LA VIDA SOLITARIA
Entraba allí
como si entrara al Templo de
Salomón
o a un monasterio del Tibet de adoración
silenciosa.
Me escondí allí, no una vez sino
muchas
pasando una mañana
en el panteón de la retórica
o una tarde de primavera
volviendo las páginas que traían una historia
de guerra y paz, de crimen y
castigo.
Era el Amherst de Emily,
En la mesa de lectura,
como una fantástica herencia,
los libros que un fósforo podría
quemar
y convertir en cenizas,
llenos de ficciones,
llenos de fábulas, llenos de los trabajos
de la vida solitaria.
Gerard Smyth,
Dublin, Irlanda, 1951
Versión © Gerardo Gambolini
Versión © Gerardo Gambolini